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Una batalla muy difícil pero de resultado incierto

El reconocido historiador, politólogo e investigador en ciencias sociales uruguayo, Gerardo Caetano, fue el encargado de dictar la conferencia de clausura de la IV Cumbre Cooperativa de las Américas, en la que señaló que las cooperativas y las entidades de la economía social y solidaria deben dar una batalla por un desarrollo sustentable e inclusivo, y para disputarle a las empresas transnacionales los eslabones de mayor valor agregado en las cadenas productivas.
Caetano es Doctor en Historia, Coordinador Académico del Observatorio Político del Instituto de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República del Uruguay, Director Académico del Centro de Formación para la Integración Regional (CEFIR), Presidente del Consejo Superior de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), miembro de las Academias Nacionales de Ciencias y de Letras del Uruguay, además de contar con una destacada trayectoria como docente e investigador en diferentes áreas de las ciencias sociales.
Comenzó planteando la hipótesis central de lo que fue su intervención: la necesidad de “reformular las políticas económicas de la región, con coraje y rigor, y sin demagogia”... “que habilite el desarrollo inclusivo y en solidaridad, con un espacio importante para la economía social y solidaria, y para las cooperativas”. Sostuvo que esta debería ser una de las cuestiones centrales en la agenda de los países de América Latina, aunque hoy es un tema que está ausente del debate. Señaló que esto permitiría generar “economías dinámicas, modernas pero que, al mismo tiempo, tengan el rumbo irrenunciable de la solidaridad social, contra la máxima que predomina hoy en el contexto internacional del capitalismo salvaje: la estrategia de la desigualdad como base del crecimiento económico y la idea de que la suerte de los pobres estaría vinculada con un efecto derrame que se daría naturalmente del crecimiento económico”.
Luego destacó que hoy se está dando un proceso de re-equilibrio profundo del poder mundial tanto a nivel político, como económico y cultural, del que surgirán tanto ganadores como perdedores. Esto se desarrolla en un contexto de enorme volatilidad e imprevisibilidad. A modo de ejemplo, recordó que, a comienzos de este año, se afirmaba que quien no se incorporara a alguno de los mega-acuerdos comerciales en negociación, como el transpacífico o el transatlántico, quedaría aislado; que la Unión Europea seguiría tal cual estaba; y que en las elecciones de Estados Unidos no habría sorpresas, todo lo que contrasta con lo que en realidad se ha ido produciendo en los últimos meses.
Este panorama encuentra a una América Latina dividida en la que “multiplicamos las siglas, pero seguimos sin tener una única voz”. Caetano profundizó sobre este tema señalando que la región presenta algunas ventajas estratégicas pero que están esencialmente vinculadas con sus recursos naturales. “Tenemos la mayor reserva de agua dulce del mundo, pero se permite que se realicen prácticas de fracking y se apliquen modelos extractivistas radicales. Tenemos la mayor riqueza en biodiversidad, pero somos el continente más vulnerable al cambio climático. Somos el continente que produce más alimentos y de manera más eficiente, pero somos tomadores de precios y de reglas. Tenemos las reservas de energía, renovable y no renovable, más importantes del mundo, pero estamos sometidos a lógicas mono-productivas”.
Según Caetano, este contexto enfrenta una vez más a América Latina a algunos retos históricos entre los que mencionó los que, en su opinión, son los cinco más relevantes: la desigualdad, la reafirmación de la democracia, la inserción internacional, el desarrollo y la sustentabilidad.
Respecto a la desigualdad, recordó que América Latina es la región que muestra peores indicadores y si las pautas de distribución del ingreso fueran similares a las de África tendríamos la mitad de los pobres que hoy tenemos, mientras que si fueran las de los países nórdicos tendríamos 70 veces menos pobres. En lo que refiere a la democracia, sostuvo que es imprescindible reafirmarla, “no sólo en su versión minimalista referida exclusivamente a lo institucional, sino además en su expresión más sustantiva, referida a la incorporación de derechos económicos, sociales y culturales”. Definió a la inserción internacional como “la contracara del desarrollo”. “Hoy, el tipo de inserción internacional que prima en la región latinoamericana es el vínculo con las potencias desarrolladas a través de tratados de libre comercio, lo que, entre otras cosas, trae aparejada la liberalización de la propiedad intelectual y la mercantilización del saber que tiene consecuencias muchas veces no medidas adecuadamente en un mundo de ciencia y tecnología”, dijo. Afirmó que “nuestros saberes ancestrales están siendo patentados por empresas multinacionales”, lo que nos lleva a un modelo de pseudo-desarrollo en el que “nos toca el rol de vender commodities, adquirir servicios globales e intentar la captación de inversión extranjera directa por todos los medios posibles”. Señaló que, para aplicar “un modelo de desarrollo inclusivo que genere cohesión social es indispensable agregar valor a lo que exportamos” y que para eso es necesario lograr una verdadera integración regional, aunque la región muestra hoy uno de los menores índices de comercio intrazona del mundo (alrededor del 16% o el 17%). Respecto al tema del desarrollo opinó que la clave está en la lucha contra la desigualdad y en la búsqueda de la cohesión social. “Las sociedades cohesionadas son más desarrolladas”, afirmó.
Indicó que esto supone “dar batallas culturales en terrenos como la educación. Se prevé que para el 2030, el 50% de los actuales puestos de trabajo estén automatizados y un 70% de ellos ni siquiera los conocemos al día de hoy, por lo que es fundamental que el sistema educativo forme para la innovación, para la ciencia y la tecnología, para formar ciudadanías democráticas en medio de la expansión del racismo, la xenofobia, de la negación de una agenda de derechos para las personas”. Finalmente, respecto a la sustentabilidad ambiental, argumentó que debemos estar en contra de los modelos de desarrollo cuyo precio es dañar a la naturaleza y que “ese es uno de los cimientos de la economía social y del cooperativismo, que no sólo son solidarios con las generaciones actuales sino también con las futuras”.
Caetano sostuvo que afrontar estos retos requiere del coraje necesarios para discutir con rigor nuevas políticas económicas que “prioricen a las pequeñas y medianas empresas y a las cooperativas, como actores que puedan crear en la región las cadenas de valor que hoy son la clave de la acumulación económica mundial. Hay que pelear por los eslabones de las cadenas de valor que implican mayor valor agregado, que es lo que está detrás de los acuerdos de libre comercio y del poder de las transnacionales”, reflexionó Caetano.
Sugirió que las cooperativas deben oponerse a los conceptos de la lógica económica tradicional que las ven como “un sector marginal que preserva un espacio poco dinámico y poco innovador, que permite la continuidad de algunos empleos de mala calidad y de ciertos contenidos ideológicos”. Según Caetano, deben reivindicar su verdadera condición de “vectores particularmente dinámicos” en condiciones de apoderarse de aquellos eslabones de las cadenas de valor vinculadas a la ciencia y la tecnología, que son las que en la práctica agregan la mayor parte del valor a los productos. “La lógica de importar tecnología de los países desarrollados en lugar de producirla localmente no sólo no permite el desarrollo sino que también impide la existencia de una economía social y solidaria”, dijo.
Finalmente, Caetano mencionó que su propuesta no es utópica ni un intento de expresar ideales altruistas sino que lo que hoy se presenta es un “escenario de una batalla por el desarrollo, pero no cualquier desarrollo sino por uno sustentable que genere cohesión social, afirmación democrática, empleos de calidad, agenda de derechos e inserciones internacionales que se opongan al neocolonialismo y que afirme la lucha contra la desigualdad”. “La batalla no debe ser por mantener una franja de economía social y solidaria que se tolere como un espacio poco dinámico. La batalla consiste en crear comunidades científico-tecnológicos que sean el soporte de complejos productivos de agregación de valor y donde el trabajo cooperativo no sea visto como un sueño del pasado, como un espacio romántico que adorna la vida cotidiana”, afirmó.
Según Caetano, aunque muchos afirmen que es una batalla perdida, en realidad se trata de una batalla muy difícil pero de final incierto. La única certeza que tenemos es que “si renunciamos a esa batalla, sabremos que no habrá desarrollo sustentable”, concluyó.